sábado, 9 de octubre de 2010


Y en la memoria de aquellos días en los que el sol era un oro finísimo, como talco, entrando por la ventana y espolvoreándonos, multiplique esas horas, las trasforme en cientos, y fue para lo único que me sirvieron en la vida las tablas de multiplicar.
Con muchos poquitos voy armando recuerdos. Algunos son enteros, otros son pedacitos, algunos en blanco y negro, como los sueños, otros en colores.
Pero todos los recuerdos tienen un olor.
¿Viste cuando uno encuentra un frasco viejo de perfume, vacío, 
y lo huele, y se te viene encima una oleada de tiempo? 
Y uno huele despacito porque le da un miedo horrible de que ese resto prodigioso se acabe y con el quede cortada de un hachazo la tardecita aquella, un Rosarito transparente de palabras, el vestido turquesa con el moño en el hombro...


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